Sobre agroecología (o cómo hacernos responsables de nuestra propia alimentación)

El pasado martes 3 de diciembre, Ángel nos enredó en una charla sobre agroecología de la que muchas de nosotras salimos más convencidas (todavía) de la importancia del proyecto de Pla i Armengol como un punto de partida para defender la soberanía alimentaria. Es decir, la posibilidad de elegir de lo que queremos comer sin las imposiciones del mercado.

Las asistentes al taller enredadas en las cuerdas de Ángel.

La charla comenzó haciendo referencia a los antecedentes de la agroecología y a algunos pensadores cuyas ideas, a principios del siglo xx, ya apuntaban hacia la introducción de la ecología en la agricultura. Por ejemplo, Rudolf Steiner (1861-1925), con la creación de la agricultura biodinámica, o Masanobu Fukuoka (1913-2008), que rechazó algunas prácticas habituales en la agricultura, como la de arar la tierra o la de usar fertilizantes, a fin de respetar los ciclos naturales del campo. La propuesta de Fukuoka derivó en la permacultura, una disciplina que guarda muchos puntos en común con la agroecología.

Por otra parte, para entender bien qué tipo de prácticas no son aceptables en la agroecología, puede ponerse como ejemplo la conocida «revolución verde» que se implementó en los llamados (desde una perspectiva occidental) «países en vías de desarrollo». Dicha «revolución» se desarrolló a partir de los años sesenta del siglo xx y fue concebida en Occidente, donde alguien tuvo la brillante idea de que el problema de las hambrunas que asolaban algunas partes del planeta (India, sobre todo) se solucionaría aumentando la productividad agrícola, lo que pasaba por el uso generalizado de maquinaria agrícola, el cultivo de cereales más resistentes y la aplicación intensiva de fertilizantes y pesticidas químicos. Se trataba de un sistema agrario que resultaba muy dependiente del petróleo y de la tecnología, y que consecuentemente fue financiado por la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller. Sin embargo, su coste ambiental ha demostrado ser insostenible, además de beneficiar sobre todo a los latifundistas. A pesar de estas evidencias, en 2006  la Fundación Rockefeller y la Fundación Bill y Melinda Gates anunciaron la creación de una Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA) que tiene por objetivo repetir los «logros» de la primera revolución verde.

Como respuesta al modelo de desarrollo de la revolución verde, a finales de los años setenta del siglo xx surgió en América Latina la agroecología, gracias en gran parte a la investigación de Miguel Altieri, que a partir de los años ochenta se difundió en Europa. En la agroecología se integran los principios de la ecología y la preocupación medioambiental con el saber de los agricultores tradicionales, pero además cuenta con un componente social y político que la distingue de la agricultura ecológica. Así, por ejemplo, en Murcia se cultivan algunos productos que cumplen con las condiciones de la agricultura ecológica como no usar fertilizantes, y por tanto llevan el sello de certificación ecológica; sin embargo, las condiciones laborales de muchos trabajadores de estos campos de cultivos ecológicos son inaceptables en el marco de la agroecología.

Trasladado este componente social a Pla i Armengol, esto significa que no debemos olvidar nunca que somos una comunidad de personas con diferentes sensibilidades, conocimientos, culturas, ritmos…, y que todos deben tener cabida en el proyecto, siempre que se cumplan unas premisas ecológicas. Asimismo, en los huertos también estamos incorporando (o intentamos incorporar) algunas prácticas de la agroecología que buscan la sostenibilidad del huerto y el respeto de los recursos naturales, por ejemplo:

  • el uso de plantas beneficiosas (caléndulas)
  • la asociación y rotación de cultivos
  • el uso de abonos verdes u orgánicos
  • mantener el equilibrio de microorganismos en el suelo
  • la atracción de insectos beneficiosos

 

 

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